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Programa: 22/11/2012
¿Conseguimos con los castigos que nuestro hijo pequeño comprenda lo que queremos?
Los castigos y las recompensas a los niños durante la primera infancia (de 1 a 4 años).
Para esto consultamos el libro de Paulien Bom y Machteld Huber, “De Uno A
Cuatro Años “, concebido para acompañar a los padres de forma práctica acerca de
las verdaderas necesidades de los niños durante la primera infancia. Estos
autores nos dicen que las preguntas que con más frecuencia formulan los padres
son: ¿Los castigos pueden dañar la relación con nuestro hijo? Y, ¿existe el
peligro de que con el castigo se quiebre la voluntad del los chicos? Estos
planteos surgen sobre todo teniendo en cuenta la vehemencia con la que los niños
reaccionan a veces a un límite muy severo o a un castigo.
¿Conseguimos con los castigos que el niño pequeño comprenda lo que queremos?
Generalmente la meta de estas medidas es que el niño sea consciente de lo que
puede hacer y de lo que no. Hasta el cuarto año de vida, un niño todavía no
puede valorar si su comportamiento es bueno o no, cuál es la causa y cuál el
efecto de algo, ni lo que siente la otra persona. En esta edad está tratando de
averiguar la relación entre determinadas cosas. Si como padres castigamos o
recompensamos a un hijo en este momento, con la esperanza de que entienda el
motivo de su acción y de algún modo apelamos a su conciencia, le estamos
exigiendo algo que todavía no puede a hacer. Para estos autores Huber y Bom, los
castigos y las recompensas no son muy buenos pilares sobre los que apoyar la
educación de un niño pequeño.
A su vez, empleados de forma muy dosificada, los castigos pueden contribuir a
romper un comportamiento difícil. Pero si en una familia se somete habitualmente
a los niños a castigos severos, solo se endurece el ambiente de la casa y a
largo plazo los niños reaccionarán con miedo o con indiferencia.
Lo más importante de un castigo es que los niños más pequeños, de 2 a 4 años, no
se sientan rechazados, es decir, nosotros debemos reprender el comportamiento de
un hijo, pero no a nuestro hijo mismo. De ese modo la relación con el no sufrirá
ningún daño. Cada vez que un niño se enfrenta al adulto siente su propia fuerza
y eso contribuye a su fortalecimiento. Pero, para que sienta esa fuerza, no es
necesario que venza. Ya que si el niño sale vencedor entonces tiene el poder en
sus manos, algo que no es deseable.
Podríamos ahorrarnos muchas confrontaciones si observamos con atención si es que
un hijo está haciendo algo realmente grave. Esto nos sirve para poner en
práctica nuestro poder de discernimiento, ya que la mayoría de las veces los
niños no tienen malas intenciones, solo actúan acorde con sus ansias de
investigar y descubrir. Si nuestro hijo por ejemplo, agarra la lata de
galletitas, no por esto es necesariamente desobediente. A lo mejor no quiere
comerse ninguna, sino que está fascinado por el tono brillante de la lata, o
simplemente quiere ver lo bien ordenadas que están las galletitas dentro de la
lata.
Algunos tipos o ejemplos de castigos tienen que ver muchas veces con la edad de
los niños y su capacidad de comprensión. Recordemos que los niños pequeños viven
sobre todo en el presente y un castigo muy largo es una carga demasiado fuerte
para ellos, además son incapaces de comprenderla. Los castigos en los que se los
priva a los niños de actividades que le gustan hacer, sólo tienen sentido con
los chicos algo mayores, con los que ya es posible llegar a acuerdos.
Lo importante como padres es estar muy atentos también al castigo desde la
impotencia, y a las amenazas, que en general surten poco efecto en los niños
pequeños. Hay muchos tipos de castigos acordes a diferentes ejemplos o
situaciones y de verdad es muy extenso este tema y abarca más de una mirada.
Para cerrar, y a modo de reflexión, se pueden agregar dos situaciones. Una, es
que a menudo los padres gritan en los momentos donde están retando a un hijo, y
esto es algo que los niños tardan muy poco en adoptar, de modo que lo único que
se consigue es que muchas veces la situación se agudice todavía más. Y otra
situación o reflexión para estar atentos, es tener cuidado en el chantaje de
privarles de amor como medida de intimidación. Por ejemplo “si haces esto, papá
o mamá no te van querer tanto”, es lamentable, porque para el niño el amor de
los padres pasa a representar de ese modo una fuente de inseguridad. Por este
motivo nunca debería emplearse como método intimidatorio.
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